MI CLASE IDEAL DE CIENCIAS

En la representación de nuestra clase ideal otorgamos mucha importancia a los alumnos: la docencia debe girar alrededor de ellos, y no al revés. Por ello, nos inclinamos por una docencia experimental, en la que el conocimiento se construye mediante la experiencia (ideas previas, laboratorio, problemas cotidianos, etc) y el trabajo en grupo, evitando clases puramente teóricas en las que el profesor es la figura predominante y los alumnos pasan a un segundo plano. También quisimos reflejar la importancia de que los alumnos pudiesen elegir, en la medida de lo posible, los temas que quieren tratar, para que formasen parte del proceso enseñar-aprender.



Poco tuve que observar, para comprender que nuestra clase ideal no tenía nada que ver con la realidad: era una antítesis de lo que era una clase ideal de ciencias para nosotros. De hecho, ya lo hubiese sabido sin entrar en ninguna aula, ya que la "slowmation" realizada en la asignatura de IRE (Innovació i Recerca Educativa) debía de ser una representación de nuestra clase ideal de ciencias, y por lo tanto, una clase ficticia e irreal.
Las horas de clase son, en su inmensa mayoría, lecciones teóricas del profesor donde la participación de los alumnos es mínima o nula. Por lo tanto, no se ajusta a la construcción del conocimiento que nosotros habíamos pensado para la docencia. Hasta ahora, la única "práctica" que he visto hacer (excepto las salidas al CosmoCaixa), ha sido introducir un lápiz en agua para observar como se "dobla" por la refracción de la luz; fenómeno que todos hemos tenido la suerte de observar en nuestras vidas, gracias a un profesor, a un familiar espabilado o por experiencia propia, contemplando, por ejemplo, una pecera.
El masivo trabajo individual, tampoco se ajusta a la construcción del pensamiento que nosotros consideramos en un principio, y este aspecto hace que la construcción del conocimiento sea exclusivamente propio, falto de trabajo en equipo, evitando así una mayor construcción alentado por las diversas formas de pensar del alumnado y por sus diferentes experiencias.
Por esta forma de proceder, las conclusiones propias del alumnado brillan por su ausencia, y casi en su totalidad, estas conclusiones finales recaen también en el/la profesor/a el/la cual expone conceptos claves o resúmenes para finalizar un tema, lo que dificulta conocer si el alumnado ha logrado obtener los conocimientos que estaban programados. A menudo, la única forma de averiguarlo es un examen parcial, que llega muy pronto para la inmensa mayoría y muy tarde para el proceso enseñar-aprender.